martes, enero 18, 2005

Layla (Parte 1)

Primera parte del historial de Layla, una vampiresa para una partida con antiguos que nunca llegué a jugar...

Creta, circa 1450 antes de Cristo

En aquella época, Creta era uno de los mayores centros de civilización conocidos. Sin embargo, la sociedad cretense no era pura de espíritu: una oscura mancha de corrupción lo invadía todo. Algo podrido había crecido en su seno, tocándolo todo y mancillándolo todo a su paso... (ver http://www.iespana.es/antiqva/creta/ocaso_de_creta.htm )

Layla era en aquella época hija menor del que acabaría siendo último rey minoico de la isla. Había nacido y crecido en Knossos, rodeada de los lujos y excesos de palacio. A su alrededor, las artes florecían como nunca antes habían conocido los habitantes de la tranquila y pacífica isla. La suntuosidad y el oro empezaban a sustituir los toscos murales y mal hechos bajorrelieves. Layla estaba contagiada de aquél espíritu creativo, y ella misma desarrolló un talento especial por la música y la danza. Todo parecía perfecto, salvo por incidentes ocasionales que sucedían en fiestas privadas en palacio, en las que algún que otro criado moría en un frenesí de alcohol, exceso y otras perversiones.

Sin embargo, los dioses no toleraron aquel lugar donde las artes y la exquisitez rivalizaban con las del propio Olimpo. Su cólera se desató, y sus ángeles de la muerte cayeron sobre palacio una oscura noche de primavera. Layla se despertó alertada por el desconocido ruído de las armas chocando con fuerza en los salones de palacio, y allí vio a dos sacerdotes del templo de Nemospilia, huéspedes habituales de palacio, huyendo por los pasillos hacia lugar seguro. Uno de ellos vio a Layla, y con una fuerza inhumana la agarró y le mordió el cuello. El otro se sumó al primero, y le mordió en una pierna. Nada pudo hacer Layla para resistir aquel embiste, sorprendida y medio dormida como estaba. Lo siguiente que recuerda Layla es el quemazón en su boca y el dolor de la Transformación. Un frenesí fue su bienvenida al mundo de los Hijos de Caín, un frenesí que le empujaba a buscar la sangre de quien fuese. Aquel que la abrazó, huyó, y la dejó hambrienta para que se enfrentase con sus perseguidores. Todo fue muy rápido.

Layla cayó en un estado de furia como nunca había soñado posible. Su Bestia la impulsó a enfrentarse con los Emisarios de los Cielos, pero pronto cayó bajo el filo de sus armas y el empuje de sus colmillos y garras.

Y a partir de ahí, la oscuridad...

Dos hombres mirando asustados a Layla fue la primera imagen que vio al despertarse. Su cuerpo estaba semienterrado, y cuando abrió los ojos tras largos años de letargo, los hombres pensaron haber desenterrado a un demonio. No iban tan desencaminados. Aprovechando la debilidad de Layla, tiraron palas de tierra sobre el foso que estaban construyendo sobre una vieja colina y huyeron. Pero con la tierra suelta a su alrededor y el Hambre impulsándola y dándole fuerzas, Layla logró salir del inmundo agujero. A su alrededor, reconoció la orografía que rodeaba el palacio, pero no veía ni el palacio ni reconocía la ciudad de Knossos. Todo había cambiado.
Pero eso entonces no importaba. Su instinto depredador la llevó hasta la ciudad. Que los dioses se apiaden de las almas de la familia que dormía plácidamente en sus camas en la casa en la que Layla entró a saciarse...