Layla (Parte 3)
Tercera parte del historial de Layla.
Pasaron más de trescientos años, y la civilización griega vio fases de apogeo, como cuando el macedonio Alejandro el Magno conquistó el imperio Persa y creó el mayor imperio conocido. Layla, junto a un joven toreador ateniense, se lanzó al camino, a admirar las obras de los mortales. Viajó a Persépolis, capital del hasta poco antes todopoderoso imperio persa. Viajó a la floreciente Alexandría, donde los restos del conquistador muerto joven yacían. Entró en contacto ocasional con otros miembros de la estirpe de Caín, como los misteriosos hijos de Haqim, o los oscuros Seguidores de Seth. Admiró la magnificencia de las pirámides, y tras casi dos décadas de viaje, regresó a Atenas.
Algunas décadas más tarde, un imperio nuevo se alzó. Roma absorbió a Grecia, alentados por patricios Ventrue, un clan de guerreros. El esplendor de Roma, sin embargo, no era omnipotente. Un poderoso faro brillaba al otro lado del Mediterraneo: Cartago, capital del poderoso imperio fenicio, y cuna de los Brujah.
Una noche, una delegación romana llegó al palacio de Afrodita. Su líder era Cretheus, un poderoso hechicero de la sangre, y chiquillo de Mithras. Al parecer, conocía bien a Afrodita.
- Mi señora, la guerra va a ser declarada contra Cartago. Pido vuestra colaboración, como antaño.
Afrodita parecía claramente molesta.
- Antaño, Cretheus, nuestro enemigo fue Decani, la chiquilla de Nergal que se había hecho fuerte en Creta. Esta vez son Brujah, no demonios. No prestaré ayuda. El pacto entre clanes se ciñe a los baali, no a los brujah.
Cretheus sonrió entre dientes.
- Pero mi señora Afrodita, lo que no debeis saber es que son baalis los que manejan los hilos en Cartago.
Afrodita abrió sus ojos de par en par.
- Sí, mi señora. Un espía ha identificado al amante del cabeza de los Brujah, Troile: se trata de Moloch. Cada noche, esclavos son sacrificados en pozos y fosas de órganos para alimentar a los señores del Infierno. Debemos actuar con toda nuestra fuerza, mi señora Afrodita.
Afrodita dudó por unos instantes. Al final, habló.
- Si ese es el caso, Cretheus, te ayudaré con mis fuerzas. Pero enfrentarnos con Troile...
Cretheus respondió:
- Su preocupación es compartida por Mithras y los demás. Es por ello que deseamos su presencia entre nuestras filas, para evitar sorpresas. Cartago será asaltada por tropas mortales de día, y nosotros barreremos su noche.
Pocas noches más tarde, partieron hacia Roma para luchar en lo que sería llamado las Guerras Púnicas. Afrodita, una noche, hizo llamar a Layla a su tienda. Cretheus estaba junto a ella.
- Esta es Layla, Cretheus. La descubrí casi por azar. Es baali por sangre, pero nunca pudo recibir una educación de su clan. Sin embargo, ha logrado desarrollar ciertos rudimentos en los poderes infernales. Su sangre la llama a ello. La acogí y cuidé para que nos fuese de ayuda en estas aciagas noches, en las que los baali resurgen una vez más. ¿Qué te parece?
- ¿Conoces quién fue su sire, Afrodita?
- Por lo que me comentó la chica, debe ser descendiente de la linea de Nergal. Probablemente, alguno de los decani la abrazó para facilitarse la huida. ¿Crees que te será útil?
- Por supuesto que me será útil.
Layla contempló en silencio la conversación. Conocía ya bien aquello, pues Afrodita así se lo había dicho. Y no tenía inconveniente alguno, pues un Vínculo de Sangre había sido creado por Afrodita siglos atrás para evitar cualquier problema con Layla. Cretheus, un poderoso mago de sangre, empezó a estudiar la sangre maldita de Layla, y la oscuridad en su alma. Por primera vez, tenía una baali viva y cooperativa para desarrollar sus experimentos.
La experiencia pasó sin embargo factura a Layla. Durante los años que duró la guerra, Layla estuvo al servicio de Cretheus, que empezó a desarrollar rituales eficaces para detectar y destruir a los miembros de la linea de sangre maldita. Pero para ello, obligó a Layla a profundizar el mal que habitaba en su interior, y sus conocimientos de Daimoinon aumentaron muy a su pesar. Cretheus temía el poder manipulador de mentes de los baali, pero sobretodo su capacidad para maldecir a aquellos que luchaban contra ellos. Finalmente, logró desarrollar un ritual protector contra las maldiciones baalis.
Layla, por su parte, había perdido buena parte de su parte humana durante el proceso. Gracias a los años pasados junto a Cretheus, logró un rudimentario dominio sobre algunas prácticas mágicas orientales, pero su degradación era evidente a simple vista: estaba esquelética.
Finalmente, Layla no participó en el asalto de Cartago. El asalto tuvo un gran éxito, en parte gracias a las artes de Cretheus para proteger a ciertos cainitas de las artes del enemigo, pero también pesó mucho el coste en no-vidas de los cainitas que cayeron en la batalla. Afrodita fue quizás la pérdida más sentida.
Liberada de su vínculo de sangre, Layla se sentía dividida. Por una parte, los años pasados junto a Cretheus le parecían ahora una tortura. Por otro lado, gracias a aquellos años de tortura su poder y dominio de las artes oscuras había crecido mucho. Sabía que sólo Afrodita, Cretheus y quizás alguno de sus confidentes conocía su verdadero linaje (ella se hizo pasar siempre como toreador), por lo que tuvo miedo que el hechicero decidiese deshacerse de ella una vez cumplida su utilidad. Pero no tuvo el coraje de huir de una Roma en pleno apogeo, y cuando Cretheus regresó, descubrió para su sorpresa algo inesperado: los largos años de experimentación de Cretheus con su sangre baali habían torcido los sentimientos del hechicero. Vinculado a Mithras, Cretheus debería haber sido inmune a los efectos de un vínculo de sangre, pero lo que sucedió fue ligeramente diferente. Más bien, Cretheus se había enamorado de Layla.
Pasaron más de trescientos años, y la civilización griega vio fases de apogeo, como cuando el macedonio Alejandro el Magno conquistó el imperio Persa y creó el mayor imperio conocido. Layla, junto a un joven toreador ateniense, se lanzó al camino, a admirar las obras de los mortales. Viajó a Persépolis, capital del hasta poco antes todopoderoso imperio persa. Viajó a la floreciente Alexandría, donde los restos del conquistador muerto joven yacían. Entró en contacto ocasional con otros miembros de la estirpe de Caín, como los misteriosos hijos de Haqim, o los oscuros Seguidores de Seth. Admiró la magnificencia de las pirámides, y tras casi dos décadas de viaje, regresó a Atenas.
Algunas décadas más tarde, un imperio nuevo se alzó. Roma absorbió a Grecia, alentados por patricios Ventrue, un clan de guerreros. El esplendor de Roma, sin embargo, no era omnipotente. Un poderoso faro brillaba al otro lado del Mediterraneo: Cartago, capital del poderoso imperio fenicio, y cuna de los Brujah.
Una noche, una delegación romana llegó al palacio de Afrodita. Su líder era Cretheus, un poderoso hechicero de la sangre, y chiquillo de Mithras. Al parecer, conocía bien a Afrodita.
- Mi señora, la guerra va a ser declarada contra Cartago. Pido vuestra colaboración, como antaño.
Afrodita parecía claramente molesta.
- Antaño, Cretheus, nuestro enemigo fue Decani, la chiquilla de Nergal que se había hecho fuerte en Creta. Esta vez son Brujah, no demonios. No prestaré ayuda. El pacto entre clanes se ciñe a los baali, no a los brujah.
Cretheus sonrió entre dientes.
- Pero mi señora Afrodita, lo que no debeis saber es que son baalis los que manejan los hilos en Cartago.
Afrodita abrió sus ojos de par en par.
- Sí, mi señora. Un espía ha identificado al amante del cabeza de los Brujah, Troile: se trata de Moloch. Cada noche, esclavos son sacrificados en pozos y fosas de órganos para alimentar a los señores del Infierno. Debemos actuar con toda nuestra fuerza, mi señora Afrodita.
Afrodita dudó por unos instantes. Al final, habló.
- Si ese es el caso, Cretheus, te ayudaré con mis fuerzas. Pero enfrentarnos con Troile...
Cretheus respondió:
- Su preocupación es compartida por Mithras y los demás. Es por ello que deseamos su presencia entre nuestras filas, para evitar sorpresas. Cartago será asaltada por tropas mortales de día, y nosotros barreremos su noche.
Pocas noches más tarde, partieron hacia Roma para luchar en lo que sería llamado las Guerras Púnicas. Afrodita, una noche, hizo llamar a Layla a su tienda. Cretheus estaba junto a ella.
- Esta es Layla, Cretheus. La descubrí casi por azar. Es baali por sangre, pero nunca pudo recibir una educación de su clan. Sin embargo, ha logrado desarrollar ciertos rudimentos en los poderes infernales. Su sangre la llama a ello. La acogí y cuidé para que nos fuese de ayuda en estas aciagas noches, en las que los baali resurgen una vez más. ¿Qué te parece?
- ¿Conoces quién fue su sire, Afrodita?
- Por lo que me comentó la chica, debe ser descendiente de la linea de Nergal. Probablemente, alguno de los decani la abrazó para facilitarse la huida. ¿Crees que te será útil?
- Por supuesto que me será útil.
Layla contempló en silencio la conversación. Conocía ya bien aquello, pues Afrodita así se lo había dicho. Y no tenía inconveniente alguno, pues un Vínculo de Sangre había sido creado por Afrodita siglos atrás para evitar cualquier problema con Layla. Cretheus, un poderoso mago de sangre, empezó a estudiar la sangre maldita de Layla, y la oscuridad en su alma. Por primera vez, tenía una baali viva y cooperativa para desarrollar sus experimentos.
La experiencia pasó sin embargo factura a Layla. Durante los años que duró la guerra, Layla estuvo al servicio de Cretheus, que empezó a desarrollar rituales eficaces para detectar y destruir a los miembros de la linea de sangre maldita. Pero para ello, obligó a Layla a profundizar el mal que habitaba en su interior, y sus conocimientos de Daimoinon aumentaron muy a su pesar. Cretheus temía el poder manipulador de mentes de los baali, pero sobretodo su capacidad para maldecir a aquellos que luchaban contra ellos. Finalmente, logró desarrollar un ritual protector contra las maldiciones baalis.
Layla, por su parte, había perdido buena parte de su parte humana durante el proceso. Gracias a los años pasados junto a Cretheus, logró un rudimentario dominio sobre algunas prácticas mágicas orientales, pero su degradación era evidente a simple vista: estaba esquelética.
Finalmente, Layla no participó en el asalto de Cartago. El asalto tuvo un gran éxito, en parte gracias a las artes de Cretheus para proteger a ciertos cainitas de las artes del enemigo, pero también pesó mucho el coste en no-vidas de los cainitas que cayeron en la batalla. Afrodita fue quizás la pérdida más sentida.
Liberada de su vínculo de sangre, Layla se sentía dividida. Por una parte, los años pasados junto a Cretheus le parecían ahora una tortura. Por otro lado, gracias a aquellos años de tortura su poder y dominio de las artes oscuras había crecido mucho. Sabía que sólo Afrodita, Cretheus y quizás alguno de sus confidentes conocía su verdadero linaje (ella se hizo pasar siempre como toreador), por lo que tuvo miedo que el hechicero decidiese deshacerse de ella una vez cumplida su utilidad. Pero no tuvo el coraje de huir de una Roma en pleno apogeo, y cuando Cretheus regresó, descubrió para su sorpresa algo inesperado: los largos años de experimentación de Cretheus con su sangre baali habían torcido los sentimientos del hechicero. Vinculado a Mithras, Cretheus debería haber sido inmune a los efectos de un vínculo de sangre, pero lo que sucedió fue ligeramente diferente. Más bien, Cretheus se había enamorado de Layla.
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