viernes, enero 21, 2005

Layla (Parte 5 y última)

La quinta parte del historial de Layla, que llega a su fin. Al final del historial he incluido los rasgos sugeridos para la baali.

Tras la guerra baali, la actividad infernalista decreció enormemente. Privada de un sentido para su no-vida, Layla decidio someterse al sueño de las edades por primera vez desde su letargo cretense.

Cuando finalmente despertó, habían pasado casi cuatro siglos. El panorama que descubrió era muy distinto al que había dejado atrás. Sus camaradas de armas salubri estaban huyendo de los recién llegados Tremere; sus otros camaradas de armas, los honorables hijos de Haqim ahora hacían su guerra como sigilosos asesinos y no como los honorables guerreros de antaño. Layla volvió a vagar sin rumbo por Oriente, ayudando a aquellos escasos salubri que encontraba a huir de los Tremere. Buscó de nuevo actividad infernalista, y encontró rincones esporádicos. Su mente seguía en el mismo lugar que cuando cayó en letargo. Y aunque ayudó a luchar a aquellos con el valor y las fuerzas para ello, en su interior sentía que su no-vida carecía de sentido. Seguir una eterna cruzada en busca de la redención de un dios se había convertido en algo agotador tras un milenio.

Finalmente, sobre el año 1400, y tras haber colaborado en la limpieza de un poderoso nido baali en la ciudad de Damasco, Layla regresó a Europa. Nadie la recordaba ya, y aquellos que podrían haberla recordado prefirió evitarlos. Referente a Cretheus, oyó historias extravagantes sobre el Inconnu. Finalmente, se instaló en la vieja Roma por segunda vez en su vida, donde trabó una cierta amistad con los lasombra de la ciudad. Quizás fue la nostalgia lo que la devolvió a aquella ciudad, en la que había compartido sus primeros años con Cretheus.

Su visión clasicista del arte era bienvenida en una época que trataba de despertarse de una historia de oscuridad. Aprendió de los peligros que representaba la inquisición, pero su aversión a los lugares religiosos a los que los lasombra eran tan aficionados le permitio llevar una vida lo suficientemente discreta como para que nadie sospechase de ella. Pero pronto, todo cambió.

La Inquisición humana, que Layla había visto como poco más que una curiosidad de aquella época, había tenido efectos devastadores en la cohesión de los clanes. Los sires lanzaban a sus chiquillos en el camino de la Inquisición para salvar sus cuellos. Layla se sintió dividida cuando empezó la revuelta anarquista: aunque había trabado cierta amistad (superficial) con antiguos locales, los jóvenes se rebelaban contra algo que Layla había vivido tres milenios atrás. Falta de motivaciones, Layla decidió empezar a colaborar con los anarquistas, más como diversión que otra cosa. La llegada de assamitas al lado de los anarquistas, y la destrucción y diablerie del antediluviano Lasombra por parte de su chiquillo Gratiano dieron a Layla esperanzas que el nuevo orden que se estaba creando fuese lo que estaba esperando para llenar su alma.

Y las cosas fueron bien. Haciéndose pasar por una joven toreador, se unió a los autodenominados antitribu. Pero poco tardó en cansarse de ellos: sólo la anarquía y la destrucción estaba en sus mentes, el poder por el poder. Layla abandonó a los anarquistas tan sólo una década después de empezar a interesarse por ellos. “Demasiado infantiles”

Poco después, los “antiguos” (jovenzuelos al lado de Layla) empezaron a contraatacar, y un ventrue formó un curioso grupo llamado la Camarilla. Aquella unión de antiguos tuvo una tremenda fuerza, y barrió a los anarquistas. Aquellos años, Layla los pasó viajando una vez más. Se había convertido en una persona movida por impulsos: buscaba los lugares de las batallas, siguiendo a los rivales aprovechando su afinidad enorme con los poderes de la ofuscación, y intervenía a veces con alguno de sus hechizos para favorecer a alguno de los dos bandos según le gustase algo en ellos. Puro capricho. En el fondo, Layla tenía miedo de perder el control, y sentía la oscuridad de su alma volviendo a crecer. No había recurrido a los poderes de Daimoinon desde que maldijese a Cretheus a dormir antes de la toma de Chorazin, pero a cada año que pasaba su sangre la llamaba a pecar, y a llamar a los poderes del Infierno. Sin baalis, que la Inquisición en Europa había masacrado, podía fácilmente convertirse en una poderosa Señora de los Infiernos si así lo deseaba.

Su conflicto interior finalmente no llegó a ninguna conclusión antes del final de la revuelta anarquista. Cuando se convocó la convención de Thorns, Layla pensó: ¿y por qué no ir?

En Thorns, Layla vio cómo nacía el cisma entre la Camarilla y el Sabbat. Los anarquistas estaban preocupados por el regreso de los antediluvianos (y esa Gehenna de la que tanto les gustaba hablar... ilusos, cuentos para niños asustadizos... Si conociesen el Horror tan bien como lo conocía Layla...). Pero no fue aquello lo que más le importó a la matusalén en aquellos días, ni la violencia del primer asalto del Sabbat en la localidad de Thorns. Fue encontrarse con un viejo conocido de Roma. Maltheas, monitor del Inconnu enviado a Thorns a ver qué hacían los jóvenes, entró en contacto con Layla. Sorprendido por verla tras casi 1200 años de la última vez que supo de ella (cuando se separó de Cretheus), Layla tuvo la esperanza de volver a ver a su antiguo amor y encontrar un sentido a su no-vida una vez más. Tras Thorns, Maltheas hizo llegar el mensaje a Cretheus, que ahora se hacía llamar Cret, y un encuentro fue preparado entre ambos en un lugar perdido en Francia.

Cretheus/Cret estaba muy sorprendido de ver a Layla, tras casi un milenio sin noticias suyas. Tras hablar durante tres noches de sus últimos siglos, Layla descubrió que Cretheus era ahora uno de los miembros del círculo interno del llamado Inconnu. Una vez más, Cretheus le ofreció a Layla unirse a él y a su Inconnu. Pero Layla rechazó de nuevo, temerosa que Cretheus volviese a desarrollar su interés por el infernalismo una vez más si ella estaba cerca de él. Cretheus, sin embargo, vio el vacío en la no-vida de Layla, y le pidió un favor. Tan cerca como se hallaba Layla de los jóvenes y neonatos a pesar de su edad, Cretheus le pidió a Layla que se uniese a un grupo radical conocido como el Sabbat, nacido de los ideales anarquistas, y que le pasase información sobre sus objetivos y actividades. Con su edad y poder, no le costaría mucho infiltrarse entre aquellos jóvenes cainitas, y su experiencia con los anarquistas la hacía una cara conocida con suerte por algunos de ellos, con lo que no levantaría sospechas. Layla aceptó aquello.

Layla ingresó poco después en el Sabbat. Contactó con un lasombra que había conocido, y se introdujo en la espiral de anarquía del joven Sabbat. Como “toreador antitribu de mediana edad (no más de un siglo)”, la vida como Sabbat acaba tan sólo de empezar. Cuenta ya con una manada de la que es sacerdotisa, y se ha interesado en los rituales empleados por los jóvenes tzimisce para romper los vínculos de sangre: la vaulderie. Por supuesto, mantiene bien ocultos sus verdaderos poderes y edad, y gracias a sus valiosos consejos militares (desarrollados durante siglos de guerra contra baalis) se ha hecho con un puesto medianamente importante entre los Sabbat. Y por fin, tras tanto buscar, Layla empieza a volverse a divertir... No por odio contra los antediluvianos y la Gehenna (aunque escuchar esa propaganda para neonatos y reclutas está empezando a causarle dolor de cabeza), sino como manera de volver a sentirse parte de algo... y mantener a ralla la oscuridad inmensa que trata de ocultar en lo más profundo de su alma.

Rasgos aconsejados: Generación 6ª ó 7ª; Daimoinon 5, Presencia 5 ó 6, Ofuscación 6 ó 7, Dur-an-Ki (equivalente a Taumaturgia) 6 ó 7, Protean 3, Extinción 1, Fortaleza 4, Celeridad 3, Auspex 4, Animalismo 2 ó 3
Actuar 6 ó 7, Armas C.C. no más de 4, Empatía decente, inteligencia maximizada, ocultismo maximizado, conocimiento de los baali importante, otros como supervivencia y sigilo elevados.

Caminos aconsejados: una Humanidad baja de 3 a 5, o una Senda de la Paradoja (similar), quizás un inicio de Senda de la Catarsis por su nueva personalidad en desarrollo en el Sabbat (de 4 a 6, por ejemplo). Fuerza de voluntad, entre 7 y 9, pero no máxima debido a su lucha interna contra su parte demoníaca.

Prohibición de usar Daimoinon autoimpuesta: si lo usa, pierde un punto de camino por la degradación que le impone (aplicable a alguna senda)