viernes, diciembre 30, 2005

Anaxarcos

Cimón estaba enzarzado con Anaxarcos en una presa que duraba ya un largo minuto. Bajo la atenta mirada de sus hermanos de agelé, Anaxarcos se estaba poniendo morado por no poder respirar. Cimón tenía muchos años más que él, era más grande y más fuerte, y la lengua de Anaxarcos le había logrado aquella severa reprimenda. Con un chasquido de lengua, perdió la consciencia y el mundo de vista.

Cuando despertó, para su sorpresa no estaba en el patio de armas. Estaba estirado sobre una esterilla, alguien atendiendo a su heridas. Le dolía mucho la pierna derecha, y notó unas manos lavando una herida.

Anaxarcos: ¿Eh? ¿Quién eres? - dijo, tratando de incorporarse, pero entonces la pierna le produjo un dolor casi insoportable.

Hombre: Silencio.

La voz del hombre era autoritaria, y de algún modo vagamente familiar. Anaxarcos se recostó para facilitar al hombre que le tratara la pierna.

Anaxarcos: ¿Cómo me he roto esa pierna? - preguntó al fin, pero ya lo sabía.

Hombre: Desafiar a tu irén no ha sido la mejor de las ideas. Te ha partido la pierna para que aprendas a respetarle.

"Lo sabía...", pensó con impotencia Anaxarcos. "Me odia. Mi hermano me odia."

El hombre terminó de entablillar la pierna de Anaxarcos, y acercó la vela que tenía al rostro del muchacho. Sólo así pudo verle la cara. Los ojos de Anaxarcos se contornearon al darse cuenta de por qué le había resultado familiar aquella voz del hombre.

Anaxarcos: ¿Padre?

El hombre examinó metódicamente el cuello del muchacho y buscó otros signos de lesiones, ignorando la pregunta del muchacho.

Ampelides: Reposo un mes.

Anaxarcos: ¡No puedo hacer eso! ¡Va contra...!

Ampelides: ¿Contra qué? - le cortó la réplica con autoridad -. Tienes una pierna rota. Si se te cura mal, nunca podrás ser un buen espartano. No necesitamos cojos. Considera este mes de humillación como otra prueba.

Y sin duda, fue de humillación aquel tiempo en que tuvo que soportar las burlas de sus hermanos de agelé, y sobretodo de sus mayores que le miraron como a un tullido. A punto estuvo más de una vez de saltar, como tantas veces lo había hecho, ante aquellas provocaciones. Pero el dolor de la pierna le recordaba que por esos mismos prontos ya había quedado a sólo un paso de no ser útil a la patria. De no poder llegar a ser un verdadero espartano.

Pasaron dos años, en los que Anaxarcos se contuvo muchas cosas. Había aprendido la dura lección de la disciplina de la peor manera posible, pero la había aprendido. Todo autocontrol, su disciplina y sentido del deber eran ahora sus metas. Allí donde antaño fracasara, su orgullo le obligaba a sobresalir. Obedecía ciegamente las órdenes. Nunca una salida de tono, nunca un sentimiento fuera de lugar. Entonces, llegó el día en que Cimón se graduó, y como miembro de la familia que era, él fue invitado.

Nunca había tenido muy buena relación con su hermano mayor. De hecho, nunca había tenido una relación con él. Cuando era pequeño, Cimón ya estaba enrolado en una agelé. Sólo cuando el destino quiso que su hermano fuese su irén, hubo algo de trato entre ellos. Y ese fue de odio mutuo, culminado el día en que le partió una pierna y casi logró que lo echasen a patadas del ejército por tullido e inútil. Que su padre hubiese tenido que intervenir era una humillación aún mayor.

La celebración fue austera, como debía ser. Anaxarcos se limitó a comer cuando se le dijo que comiera, a beber en todos los brindis, y apenas habló con sus familiares. De hecho, salvo su madre el resto le evitaban. Era como debía ser, pues él aún no era un verdadero hombre como su hermano. En él, las mechas de pelo del ilota que había asesinado para convertirse en hombre ya le marcaban como lo que era.

Fue hacia el final de la fiesta cuando sucedió. Su padre llevaba una hora hablando con otro hombre al que Anaxágoras conocía de vista, atentamente seguidos por la mirada de su madre. Al fin, los dos hombres llamaron a su presencia al muchacho.

Ampélides: Anaxárcos, ¿recuerdas a Leontas?

Anaxarcos alzó la vista y examinó al hombre. Tendría treinta y tantos, y era fuerte y recio. De sus primeros años, recordó al hombre que era el efebo de su padre. Llevaba más de seis años sin verle, desde que dejara su hogar. El muchacho se limitó a asentir.

Ampélides: Ya tienes casi catorce años, así que no tiene sentido que no lo sepas. Tú no eres mi hijo, sino el hijo de Leontas.

Anaxarcos se quedó por unos momentos mudo.

Anaxarcos: ¿Qué?

¿Qué quería decir todo aquello?

Leontas: Ampélides siempre me ha considerado bien. Quería un hijo fuerte, y siempre me decía que mis hijos serían más fuertes que los suyos. Y una noche, me ofreció a tu madre.

Ampélides: Ahora ya lo sabes. Tienes suficiente edad como para entender lo que significa esto. Eres un bastardo, pero también eres fuerte y por todos eres llamado mi hijo. Tu hermano te teme, y te odia desde que sabe de tu linaje. Así que voy a zanjar este asunto aquí y ahora.

Leontas asintió, y salió al salón de la casa. Regresó al momento con Cimón.

Ampélides: Cimón, para tu tranquilidad he decidido hacer esto con vosotros como testigos. Anaxarcos es mi bastardo, no mi hijo, pues es hijo de Leontas. Como tal, Cimón, serás tú mi heredero llegado el día, y Anaxarcos no podrá reclamar nada de esta familia. Aunque de cara a los demás, si alguien revela esto... Me encargaré que muera. Espero que esto zanje este rencor y miedo que sientes hacia tu hermano, Cimón.

Cimón asintió, pero Anaxarcos ya no escuchó lo que se decía a su alrededor. ¿Bastardo? ¿Era un maldito bastardo?

Los siguientes años fueron una farsa para Anaxarcos. Siendo de una noble familia, se le consideraba un poco mejor que a los demás. Al fin y al cabo, su padre estaba emparentado con el linaje real. Pero su bastardía le habían convertido en un extraño, y aquel secreto le carcomía. Al fin entendió el odio que sentía hacia él su hermano, y aún se sintió peor cuando aquel odio desapareció tras la charla con su padrastro y su verdadero padre.

¿Y quién era aquel verdadero padre, al fin y al cabo? Anaxarcos acechó sus propiedades un tiempo, sólo para encontrar que era un hombre casado y con un heredero en camino. También para ese hombre, su verdadero padre, no era más que un bastardo.

Anaxarcos creció, sabedor que no tendría un linaje. Los basardos solían estar tolerados en Esparta, y lo que sus padres habían hecho no era tan raro... Pero seguía siendo una deshonra. Anaxarcos asistió impávido a los funerales de su padre, y pocas semanas después a los de su madre, cuando una plaga de gripe asoló la ciudad. Su hermano alcanzó el puesto de cabeza de familia, y él enseguida quedó despojado de todo privilegio familiar. Por suerte, se había preparado para aquel día.

Sabedor que su familia no le serviría de nada, sabedor que él no sería nada por aquello, sólo le quedaba su propia fuerza e inteligencia para ser un verdadero hombre. Su linaje era el de un bastardo, y eso era un estigma que debería llevar en silencio. Pero él era espartano, y los espartanos no necesitaban familia. Si lograba hacerse un lugar entre los Iguales, no necesitaría familia.

A falta de dos años para graduarse, el destino volvió a ser extraño para Anaxarcos. Como en una comedia ateniense, Apolodoros el primogénito de Leontas entró en su agelé, y Anaxarcos fue designado su irén.

"No es mi verdadero hermano", pensaba día y noche Anaxarcos. "Es un futuro espartano. No merece que descargue con él mis rencores."

Y es que, si a alguien odiaba Anaxarcos era a Ampélides, su falso padre. Le odiaba por la mentira en que había vivido tantos años, y porque llegado el momento, esa mentira sólo sirvió para perjudicarle a él.

"Y al fin y al cabo, es sangre de mi sangre. Soy su irén, y le convertiré en mi digno hermano. Más de lo que a mi me dieron."

Y así, llegó el día en que Anaxarcos se graduó en la Academia, con la plena confianza y la amistad del muchacho que era hijo de Leontas. Nadie se extrañó, al ser Leontas como un tío de Anaxarcos - al fin y al cabo, había sido el efebo de Ampélides -, lo que convertía a irén y aprendiz en una especie de primos.


Podeis seguir las aventuras y desventuras de Anaxarcos en la partida Código de Honor, en este enlace, y ver sus compañeros de aventura en este otro.