La Memoria de los Sueños

viernes, enero 28, 2005

Alice

Mi personaje para Chicago: la Sombra de la Cobra. Dejé esa partida por la inconstancia de master y jugadores, pero me gustaba Alice. Un día de estos subo su "Diario de una depredadora". De momento, aquí está su historial.

Alice era una gimnasta veterana, que había participado en competiciones a nivel nacional. Sin embargo, una lesión le obligó a retirarse a los 23 años. En aquel tiempo, llamó la atención de un Lasombra que buscaba una cosa especial: una chiquilla de apariencia inofensiva a quien quería entrenar en las artes del asesinato.

Tras recuperarse de la lesión, Alice intentó empezar una nueva vida, pero mientras volvía a casa tras una fiesta con unos amigos, fue asaltada por un desconocido: su futuro sire. Éste no la convirtió de immediato, sino que la secuestró y evaluó su capacidad en situaciones límite. Tras superar sus expectativas iniciales debido a la férrea voluntad de la mujer, la Abrazó.

Tras aquello, Alice fue entrenada durante un año en tareas de infiltración, con el objetivo de meterla tras las filas de la Camarilla para marcar objetivos con el objetivo de su posterior eliminación. Fue entrenada en las artes de la espada, y su vigor sobrenatural se incrementó de forma importante. Sin embargo, su atractivo natural y su refinada manera de hablar le permitían aparecer como una Toreador. Y, además, a Alice le gustaba su nueva no-vida.

Sin embargo, algo fue mal en su primera infiltración. Fue enviada a una ciudad de la Camarilla con el objetivo de eliminar a un arconte local molesto. Conoció allí en una fiesta a un vampiro de Chicago, con el que trabó una cierta amistad. A las pocas semanas, consiguió hacerse amiga del arconte, y consiguió intimar con él. Pero llegado el momento de eliminarle, el arconte (un Brujah) demostró ser demasiado fuerte: tras seducirle y llevarle a un lugar "privado", éste la atacó inmediatamente. Sólo la salvó de la fúria del Brujah el saltar por la ventana y, con un rápido movimiento gimnástico, aterrizar sufriendo pocos daños.

Alice se estuvo preguntando cómo el Brujah había hecho su ataque, y llegó a la conclusión que alguien le había informado. Cuando regresó a su ciudad, halló su sire muerto, y todas las pruebas apuntaban en su contra. Tras investigar por su cuenta, descubrió que su sire había caído a manos de un Lasombra rival, que además la había vendido al arconte Brujah para deshacerse de ella. En un frenesí devastador, encontró y eliminó al traidor.

Pero con su sire y el traidor muertos, ahora el Sabbat no creerá su historia. Ningún auténtico Sabbat debería matar a otro Sabbat, y menos a su sire y a su rival. Los aliados de su sire creen que fue Alice quien lo mató. Los aliados de su rival pueden descubrir que fue Alice quien lo mató. Ahora, Alice no tiene tiempo que perder: sus enemigos son poderosos, y debe encontrar aliados.

lunes, enero 24, 2005

Karl von Kreutzer

Noble eiseniano para una partida de 7º Mar que voy a jugar. El historial no está muy pulido, pero bueno, es lo que he podido hacer en media hora larga.

Karl nació en el seno de una familia noble eiseniana, los Kreutzer, una familia noble menor cuyos dominios estaban en la región de Sieger. Testarudo y fuerte, desde pequeño demostró un potencial innato para la guerra, y fue el favorito de su padre, pasando incluso por delante de su más sosegado y cauto hermano mayor, Franz. Nacido en una era dominada por el conflicto de la Guerra de la Cruz, su padre Heinrich von Kreutzer le pagó sus estudios de esgrima en la prestigiosa escuela de Drexel, regentada por el mismísimo Kristoff Drexen. Bajo su tutela y junto a jóvenes de todo el país, aprendió el difícil manejo del zweihander, la enorme espada a dos manos de la escuela de Drexen, ingresando en el Gremio de Espadachines gracias a ello. Poco después de graduarse en la academia militar, entró en el servicio activo y de ahí luchó en la Guerra de la Cruz.

Como muchos de los nobles eisenianos, Karl vio cómo la guerra devastaba por completo sus tierras. Y a medida que el bando en el que Karl luchaba iba perdiendo terreno, su vida se fue convirtiendo en un pequeño infierno: su padre murió, su madre quedó marcada por la muerte de su marido quedando como una waisen, una de tantas personas que los horrores de la guerra habían hecho enloquecer y caer en un estado de catatonia. Y a su hermana Katerina la desposó un noble de la vecina Montaigne pocos meses antes de acabar la guerra, pues ella esperaba así poder ofrecer fondos al bando de su familia con su dote nupcial. Esos fondos no llegaron nunca, pues pocos días después de la boda Montaigne y Castilla iniciaron la invasión de Eisen.

Ahí terminó la guerra para Karl, que derrotado y humillado dejó atrás a su familia para huir de todo cuando en el tratado de Weissberg sus tierras pasaron a Montaigne. Lo había perdido todo.

Karl decidió convertirse en un mercenario dopple, pero había demasiados ex combatientes ofreciendo sus servicios, y no encontraba trabajo con el que pagar la espesa cerveza que cada noche tomaba. Fue a la gran ciudad de Stärke, y fue ahí donde inició su carrera como luchador en el Wasserkampf, el ring de agua hasta la cintura en que marineros, estibadores y nobles venidos a menos como Karl celebraban combates en los muelles de la ciudad para diversión de otros, a cambio de una parte de las apuestas para el vencedor de los combates. Ahí Karl estuvo casi un año, amargado por la pérdida de sus tierras, ahogando su amargura y su vergüenza de derrotado entre cerveza y prostitutas.

Fue una sorpresa para Karl recibir una noche la visita de su hermano mayor Franz, que lo miró de arriba abajo con desprecio durante una pelea de Karl en el Wasserkampf. Esa noche, Karl había perdido. Franz, avergonzado por el abandono en que Karl se había dejado ir, se plantó ante su hermano con aspecto furioso. Mientras Karl se había lanzado a una vida desesperada para tratar de mezclarse con el populacho y olvidar las penurias familiares, su hermano había peleado duro para recuperar el orgullo familiar y había logrado una apelación ante la corte eisena para obtener un feudo como compensación por las tierras perdidas ante Montaigne. Y las obtuvo, a costa de otros nobles menores caidos en desgracia, que le cedieron una llanura con un par de pueblos totalmente arrasados por la guerra y prácticamente deshabitados. No les hizo gracia a aquellos nobles el tener que ceder tierras a los von Kreutzer, pero no les quedó más remedio.

Avergonzado, Karl aceptó ponerse al servicio de su hermano mayor en el manejo de aquellas tierras, pero pronto Franz se dio cuenta que el alma temperamental de su hermano menor no estaba hecha para administrar tierras, sino para el mundo. Cuidador y guardián de su madre Johanna, Franz no se atrevía a dar responsabilidades administrativas a alguien como Karl. A sabiendas que Karl aceptaría ponerse a su servicio de manera incondicional tras la vida de peleas callejeras que había seguido si le daba algo de trabajo adecuado, Franz decidió hacer de su hermano su embajador y hombre de cara al público... aunque sobretodo su agente allí donde fuese necesario. Y Karl aceptó encantado. Ahora Karl actúa como agente y embajador de su hermano, lejos de las nuevas tierras de la famila, mientras trata de recuperar el orgullo y honor que rigieron su vida durante la guerra. Karl, dándose cuenta que sin su hermano ahora sería escoria humana, pero que no está capacitado para ayudarle a reconstruir las nuevas tierras, está dispuesto a esforzarse al máximo para hacer valer su valía ante Franz, y redimirse a sus ojos como algo más que un borracho fracasado. Cuatro son ahora los objetivos de Karl: ayudar a su hermano a levantar el nombre de los von Kreutzer, protegerle de los ataques y traiciones de los nobles vecinos cuyas tierras se vieron reducidas por la apelación de Franz, encontrar a su hermana, y hallar una cura para su madre.

Y sobre todo, recuperar su orgullo y su honor.

viernes, enero 21, 2005

Layla (Parte 5 y última)

La quinta parte del historial de Layla, que llega a su fin. Al final del historial he incluido los rasgos sugeridos para la baali.

Tras la guerra baali, la actividad infernalista decreció enormemente. Privada de un sentido para su no-vida, Layla decidio someterse al sueño de las edades por primera vez desde su letargo cretense.

Cuando finalmente despertó, habían pasado casi cuatro siglos. El panorama que descubrió era muy distinto al que había dejado atrás. Sus camaradas de armas salubri estaban huyendo de los recién llegados Tremere; sus otros camaradas de armas, los honorables hijos de Haqim ahora hacían su guerra como sigilosos asesinos y no como los honorables guerreros de antaño. Layla volvió a vagar sin rumbo por Oriente, ayudando a aquellos escasos salubri que encontraba a huir de los Tremere. Buscó de nuevo actividad infernalista, y encontró rincones esporádicos. Su mente seguía en el mismo lugar que cuando cayó en letargo. Y aunque ayudó a luchar a aquellos con el valor y las fuerzas para ello, en su interior sentía que su no-vida carecía de sentido. Seguir una eterna cruzada en busca de la redención de un dios se había convertido en algo agotador tras un milenio.

Finalmente, sobre el año 1400, y tras haber colaborado en la limpieza de un poderoso nido baali en la ciudad de Damasco, Layla regresó a Europa. Nadie la recordaba ya, y aquellos que podrían haberla recordado prefirió evitarlos. Referente a Cretheus, oyó historias extravagantes sobre el Inconnu. Finalmente, se instaló en la vieja Roma por segunda vez en su vida, donde trabó una cierta amistad con los lasombra de la ciudad. Quizás fue la nostalgia lo que la devolvió a aquella ciudad, en la que había compartido sus primeros años con Cretheus.

Su visión clasicista del arte era bienvenida en una época que trataba de despertarse de una historia de oscuridad. Aprendió de los peligros que representaba la inquisición, pero su aversión a los lugares religiosos a los que los lasombra eran tan aficionados le permitio llevar una vida lo suficientemente discreta como para que nadie sospechase de ella. Pero pronto, todo cambió.

La Inquisición humana, que Layla había visto como poco más que una curiosidad de aquella época, había tenido efectos devastadores en la cohesión de los clanes. Los sires lanzaban a sus chiquillos en el camino de la Inquisición para salvar sus cuellos. Layla se sintió dividida cuando empezó la revuelta anarquista: aunque había trabado cierta amistad (superficial) con antiguos locales, los jóvenes se rebelaban contra algo que Layla había vivido tres milenios atrás. Falta de motivaciones, Layla decidió empezar a colaborar con los anarquistas, más como diversión que otra cosa. La llegada de assamitas al lado de los anarquistas, y la destrucción y diablerie del antediluviano Lasombra por parte de su chiquillo Gratiano dieron a Layla esperanzas que el nuevo orden que se estaba creando fuese lo que estaba esperando para llenar su alma.

Y las cosas fueron bien. Haciéndose pasar por una joven toreador, se unió a los autodenominados antitribu. Pero poco tardó en cansarse de ellos: sólo la anarquía y la destrucción estaba en sus mentes, el poder por el poder. Layla abandonó a los anarquistas tan sólo una década después de empezar a interesarse por ellos. “Demasiado infantiles”

Poco después, los “antiguos” (jovenzuelos al lado de Layla) empezaron a contraatacar, y un ventrue formó un curioso grupo llamado la Camarilla. Aquella unión de antiguos tuvo una tremenda fuerza, y barrió a los anarquistas. Aquellos años, Layla los pasó viajando una vez más. Se había convertido en una persona movida por impulsos: buscaba los lugares de las batallas, siguiendo a los rivales aprovechando su afinidad enorme con los poderes de la ofuscación, y intervenía a veces con alguno de sus hechizos para favorecer a alguno de los dos bandos según le gustase algo en ellos. Puro capricho. En el fondo, Layla tenía miedo de perder el control, y sentía la oscuridad de su alma volviendo a crecer. No había recurrido a los poderes de Daimoinon desde que maldijese a Cretheus a dormir antes de la toma de Chorazin, pero a cada año que pasaba su sangre la llamaba a pecar, y a llamar a los poderes del Infierno. Sin baalis, que la Inquisición en Europa había masacrado, podía fácilmente convertirse en una poderosa Señora de los Infiernos si así lo deseaba.

Su conflicto interior finalmente no llegó a ninguna conclusión antes del final de la revuelta anarquista. Cuando se convocó la convención de Thorns, Layla pensó: ¿y por qué no ir?

En Thorns, Layla vio cómo nacía el cisma entre la Camarilla y el Sabbat. Los anarquistas estaban preocupados por el regreso de los antediluvianos (y esa Gehenna de la que tanto les gustaba hablar... ilusos, cuentos para niños asustadizos... Si conociesen el Horror tan bien como lo conocía Layla...). Pero no fue aquello lo que más le importó a la matusalén en aquellos días, ni la violencia del primer asalto del Sabbat en la localidad de Thorns. Fue encontrarse con un viejo conocido de Roma. Maltheas, monitor del Inconnu enviado a Thorns a ver qué hacían los jóvenes, entró en contacto con Layla. Sorprendido por verla tras casi 1200 años de la última vez que supo de ella (cuando se separó de Cretheus), Layla tuvo la esperanza de volver a ver a su antiguo amor y encontrar un sentido a su no-vida una vez más. Tras Thorns, Maltheas hizo llegar el mensaje a Cretheus, que ahora se hacía llamar Cret, y un encuentro fue preparado entre ambos en un lugar perdido en Francia.

Cretheus/Cret estaba muy sorprendido de ver a Layla, tras casi un milenio sin noticias suyas. Tras hablar durante tres noches de sus últimos siglos, Layla descubrió que Cretheus era ahora uno de los miembros del círculo interno del llamado Inconnu. Una vez más, Cretheus le ofreció a Layla unirse a él y a su Inconnu. Pero Layla rechazó de nuevo, temerosa que Cretheus volviese a desarrollar su interés por el infernalismo una vez más si ella estaba cerca de él. Cretheus, sin embargo, vio el vacío en la no-vida de Layla, y le pidió un favor. Tan cerca como se hallaba Layla de los jóvenes y neonatos a pesar de su edad, Cretheus le pidió a Layla que se uniese a un grupo radical conocido como el Sabbat, nacido de los ideales anarquistas, y que le pasase información sobre sus objetivos y actividades. Con su edad y poder, no le costaría mucho infiltrarse entre aquellos jóvenes cainitas, y su experiencia con los anarquistas la hacía una cara conocida con suerte por algunos de ellos, con lo que no levantaría sospechas. Layla aceptó aquello.

Layla ingresó poco después en el Sabbat. Contactó con un lasombra que había conocido, y se introdujo en la espiral de anarquía del joven Sabbat. Como “toreador antitribu de mediana edad (no más de un siglo)”, la vida como Sabbat acaba tan sólo de empezar. Cuenta ya con una manada de la que es sacerdotisa, y se ha interesado en los rituales empleados por los jóvenes tzimisce para romper los vínculos de sangre: la vaulderie. Por supuesto, mantiene bien ocultos sus verdaderos poderes y edad, y gracias a sus valiosos consejos militares (desarrollados durante siglos de guerra contra baalis) se ha hecho con un puesto medianamente importante entre los Sabbat. Y por fin, tras tanto buscar, Layla empieza a volverse a divertir... No por odio contra los antediluvianos y la Gehenna (aunque escuchar esa propaganda para neonatos y reclutas está empezando a causarle dolor de cabeza), sino como manera de volver a sentirse parte de algo... y mantener a ralla la oscuridad inmensa que trata de ocultar en lo más profundo de su alma.

Rasgos aconsejados: Generación 6ª ó 7ª; Daimoinon 5, Presencia 5 ó 6, Ofuscación 6 ó 7, Dur-an-Ki (equivalente a Taumaturgia) 6 ó 7, Protean 3, Extinción 1, Fortaleza 4, Celeridad 3, Auspex 4, Animalismo 2 ó 3
Actuar 6 ó 7, Armas C.C. no más de 4, Empatía decente, inteligencia maximizada, ocultismo maximizado, conocimiento de los baali importante, otros como supervivencia y sigilo elevados.

Caminos aconsejados: una Humanidad baja de 3 a 5, o una Senda de la Paradoja (similar), quizás un inicio de Senda de la Catarsis por su nueva personalidad en desarrollo en el Sabbat (de 4 a 6, por ejemplo). Fuerza de voluntad, entre 7 y 9, pero no máxima debido a su lucha interna contra su parte demoníaca.

Prohibición de usar Daimoinon autoimpuesta: si lo usa, pierde un punto de camino por la degradación que le impone (aplicable a alguna senda)

jueves, enero 20, 2005

Layla (Parte 4)

Cuarta parte del historial de Layla.

Tras la euforia de la victoria, ambos se retiraron a Grecia, de donde Cretheus era originario. Allí, Layla recibió una nueva revelación sobre el asalto a Creta más de un milenio atrás: el asalto fue una coalición de varios clanes, que terminó con la destrucción total de parte de la isla provocando mediante artes hechiceras que el volcán Santorín de la isla de Thera estallase y el maremoto que vino a continuación arrasase la costa cretense. Layla, que había quedado en letargo olvidada en un rincón, quedó enterrada y en letargo bajo los escombros de palacio tras el maremoto, hasta que unos lugareños excavando una zanja la encontraron y despertaron de su milenario sueño.

El idilio de Cretheus y Layla duró unos trescientos años. Layla eventualmente quedó vinculada a su amante, que desarrolló una morbosa fascinación por todo aquello que tuviese que ver con las artes infernales. Layla se negó a enseñarle la maldita disciplina de Daimoinon, pero Cretheus logró desarrollar rituales eficaces de invocación y atadura demoníacos gracias a la ayuda (voluntaria algunas veces, involuntaria la mayoría) de Layla.

Fue precisamente aquella fascinación creciente con los años de Cretheus por dominar los poderes del infierno lo que acabó separando a los dos amantes. Aunque Cretheus aseguraba siempre a Layla que él enfocaba su magia a la sumisión de estos poderes, Layla temía que ese ansia llevase a Cretheus a someterse a alguno de los horrores que había sentido en el inframundo. Finalmente, Layla abandonó una noche a Cretheus sin decirle jamás a dónde se dirigía.

Layla decidió enfrentarse a su destino, y aprender el máximo posible sobre su corrupto linaje para destruirlo. Desde dentro, si la ocasión aparecía. Viajó solitaria, juntándose ocasionalmente con algún gangrel vagabundo, recordando las antiguas noches en las que sobrevivía por su cuenta en el monte. Sus instintos de superviviencia, largo tiempo enterrados, demostraron estar en buenas condiciones tras unos pocos meses. Layla viajó a Oriente, en busca de información sobre las raíces de su corrupto clan.

A su alrededor, una nueva religión se extendía por el imperio, llamada cristianismo. Layla quedó fascinada por el concepto básico de aquella religión (sobretodo la parte que todo el mundo era hijo de dios, y podía ser perdonado si se arrepentía). Ella no había elegido estar maldita, y menos maldita entre los malditos. Así pues, pensó que combatir hasta sus últimos días a los baali sería la mejor manera de redimirse a los ojos de aquel Dios compasivo del que hablaban tanto.

Layla se hizo fuerte durante los siguientes 300 años, durante los que vio caer al ya gastado imperio romano. Colaboró con los al-Amin (salubri) y los hijos de Haqim en ocasiones para destruir cábalas y nidos baali ocultos, dando apoyo mágico aprendido durante sus largos años al lado de Cretheus a los valerosos guerreros de aquellos clanes. Hasta que finalmente, los baalo resurgieron.

Hacia el año 750 dC, el Islam se extendía como la pólvora por Oriente Medio y el norte de África. Pero al lado de la nueva religión, en silencio pero implacable, un señor de la guerra baali había surgido. Nadie supo jamás de dónde obtuvo tanto poder, ni dónde sus chiquillos habían logrado ocultarse durante tantos siglos y pasar desapercibidos. Además, un ritual baali hizo estragos: el Segundo Abrazo, con el que los baali podían destruir el alma de un cainita y convertirlo en un fiel servidor baali. Las traiciones se sucedieron en el seno de los cainitas que luchaban contra los infernalistas, y Layla no estuvo al margen de aquello. Como “superviviente a dos guerras contra los baali” y “experta en erradicar a esa plaga”, Layla colaboró estrechamente en la destrucción del enemigo. Muchos cainitas se convirtieron al Islam como modo de tener suficiente fe para enfrentarse a aquellos demonios. Finalmente, tras décadas de guerra silenciosa sin cuartel en calles y callejones oscuros de todo el mundo árabe, la plaga empezó a remitir. Gracias al esfuerzo de una cuadrilla compuesta sobretodo de salubri y assamitas guerreros, la fortaleza de Chorazin fue redescubierta. Allí se encontraba el grueso de las replegadas fuerzas de los baali, tras una alianza entre clanes. Deseosos de acabar con la plaga, y llevarse el mérito y gloria de la trabajada victoria (y no cederla a clanes que se habían sumado tarde y mal a la guerra), salubris y assamitas prepararon un asalto total a Chorazin, la ciudadela subterranea de los baali en un viejo cráter de una roca caída de los cielos. Layla estaba entre los asaltantes.

Pero las actividades de Layla en la guerra no pasaron desapercibidas, y Cretheus la encontró gracias a informantes diversos. Habiendo luchado en Cartago contra la amenaza, y a pesar del rencor de los brujah (que nunca admitió la corrupción infernalista de la ciudad), Cretheus llegó junto a otros ventrue en ayuda del resto de clanes debido a viejas alianzas. Cretheus halló al fin a Layla pocas noches antes del asalto contra Chorazin. Viejos sentimientos olvidados resurgieron, y la pasión surgió una vez más entre ambos. Pero Layla descubrió que Cretheus se encontraba más obsesionado con los secretos del Arverno que cuando lo dejó casi cuatro siglos atrás. Deseaba ir a Chorazín no para destruir al enemigo, sino para hacerse con sus reliquias y textos ocultistas. Layla no podía permitir aquello, y haciendo uso de todas sus fuerzas lanzó una maldición sobre Cretheus que le obligó a dormir un mes. Cretheus, pese al ritual desarrollado siglos atrás para protegerse de aquella maldición, ignoraba que Layla había creado una contramedida para neutralizar su protección y sucumbió. Pero queriendo que ningún mal asaltase a su amante, se quedó haciendo guardia junto a su cuerpo, y no fue a Chorazin.

Los baali prepararon una trampa en Chorazin a assamitas y salubris. Muchos cayeron esa noche, y aunque al final los baali fueron derrotados, nunca más ninguno de los dos clanes vovlería a ser el mismo. Tras aquello, los valerosos guerreros assamitas empezaron a desarrollar su sentido del sigilo y el gusto por el asesinato, en lugar de la lucha a la cara que hasta entonces habían praticado con honor. Sobre ellos cayó además una maldición que les obligaba a buscar la sangre de otros cainitas. Por su parte, los guerreros salubri perdieron en la lucha a los últimos descendientes de Samiel, y aquel fue un golpe del que no se recuperarían. La muerte de Saulot tres siglos después añadiría dolor a la catástrofe.

Cretheus no se tomó bien aquello, pero comprendió el mensaje que le había querido transmitir Layla al hacerlo. Aquello le abrió los ojos lo suficiente para darse cuenta que aquel camino no era el camino a seguir. El ventrue pidió a Layla que regresase a Europa con él, pues junto a otros cainitas romanos habían formado un pequeño grupo apartado de todos en espera de tiempos mejores llamado el Inconnu. Layla rechazó el ofrecimiento, y ambos tomaron caminos separados una vez más.

miércoles, enero 19, 2005

Layla (Parte 3)

Tercera parte del historial de Layla.

Pasaron más de trescientos años, y la civilización griega vio fases de apogeo, como cuando el macedonio Alejandro el Magno conquistó el imperio Persa y creó el mayor imperio conocido. Layla, junto a un joven toreador ateniense, se lanzó al camino, a admirar las obras de los mortales. Viajó a Persépolis, capital del hasta poco antes todopoderoso imperio persa. Viajó a la floreciente Alexandría, donde los restos del conquistador muerto joven yacían. Entró en contacto ocasional con otros miembros de la estirpe de Caín, como los misteriosos hijos de Haqim, o los oscuros Seguidores de Seth. Admiró la magnificencia de las pirámides, y tras casi dos décadas de viaje, regresó a Atenas.

Algunas décadas más tarde, un imperio nuevo se alzó. Roma absorbió a Grecia, alentados por patricios Ventrue, un clan de guerreros. El esplendor de Roma, sin embargo, no era omnipotente. Un poderoso faro brillaba al otro lado del Mediterraneo: Cartago, capital del poderoso imperio fenicio, y cuna de los Brujah.

Una noche, una delegación romana llegó al palacio de Afrodita. Su líder era Cretheus, un poderoso hechicero de la sangre, y chiquillo de Mithras. Al parecer, conocía bien a Afrodita.

- Mi señora, la guerra va a ser declarada contra Cartago. Pido vuestra colaboración, como antaño.

Afrodita parecía claramente molesta.

- Antaño, Cretheus, nuestro enemigo fue Decani, la chiquilla de Nergal que se había hecho fuerte en Creta. Esta vez son Brujah, no demonios. No prestaré ayuda. El pacto entre clanes se ciñe a los baali, no a los brujah.

Cretheus sonrió entre dientes.

- Pero mi señora Afrodita, lo que no debeis saber es que son baalis los que manejan los hilos en Cartago.

Afrodita abrió sus ojos de par en par.

- Sí, mi señora. Un espía ha identificado al amante del cabeza de los Brujah, Troile: se trata de Moloch. Cada noche, esclavos son sacrificados en pozos y fosas de órganos para alimentar a los señores del Infierno. Debemos actuar con toda nuestra fuerza, mi señora Afrodita.

Afrodita dudó por unos instantes. Al final, habló.

- Si ese es el caso, Cretheus, te ayudaré con mis fuerzas. Pero enfrentarnos con Troile...

Cretheus respondió:

- Su preocupación es compartida por Mithras y los demás. Es por ello que deseamos su presencia entre nuestras filas, para evitar sorpresas. Cartago será asaltada por tropas mortales de día, y nosotros barreremos su noche.

Pocas noches más tarde, partieron hacia Roma para luchar en lo que sería llamado las Guerras Púnicas. Afrodita, una noche, hizo llamar a Layla a su tienda. Cretheus estaba junto a ella.

- Esta es Layla, Cretheus. La descubrí casi por azar. Es baali por sangre, pero nunca pudo recibir una educación de su clan. Sin embargo, ha logrado desarrollar ciertos rudimentos en los poderes infernales. Su sangre la llama a ello. La acogí y cuidé para que nos fuese de ayuda en estas aciagas noches, en las que los baali resurgen una vez más. ¿Qué te parece?

- ¿Conoces quién fue su sire, Afrodita?

- Por lo que me comentó la chica, debe ser descendiente de la linea de Nergal. Probablemente, alguno de los decani la abrazó para facilitarse la huida. ¿Crees que te será útil?

- Por supuesto que me será útil.

Layla contempló en silencio la conversación. Conocía ya bien aquello, pues Afrodita así se lo había dicho. Y no tenía inconveniente alguno, pues un Vínculo de Sangre había sido creado por Afrodita siglos atrás para evitar cualquier problema con Layla. Cretheus, un poderoso mago de sangre, empezó a estudiar la sangre maldita de Layla, y la oscuridad en su alma. Por primera vez, tenía una baali viva y cooperativa para desarrollar sus experimentos.

La experiencia pasó sin embargo factura a Layla. Durante los años que duró la guerra, Layla estuvo al servicio de Cretheus, que empezó a desarrollar rituales eficaces para detectar y destruir a los miembros de la linea de sangre maldita. Pero para ello, obligó a Layla a profundizar el mal que habitaba en su interior, y sus conocimientos de Daimoinon aumentaron muy a su pesar. Cretheus temía el poder manipulador de mentes de los baali, pero sobretodo su capacidad para maldecir a aquellos que luchaban contra ellos. Finalmente, logró desarrollar un ritual protector contra las maldiciones baalis.

Layla, por su parte, había perdido buena parte de su parte humana durante el proceso. Gracias a los años pasados junto a Cretheus, logró un rudimentario dominio sobre algunas prácticas mágicas orientales, pero su degradación era evidente a simple vista: estaba esquelética.

Finalmente, Layla no participó en el asalto de Cartago. El asalto tuvo un gran éxito, en parte gracias a las artes de Cretheus para proteger a ciertos cainitas de las artes del enemigo, pero también pesó mucho el coste en no-vidas de los cainitas que cayeron en la batalla. Afrodita fue quizás la pérdida más sentida.

Liberada de su vínculo de sangre, Layla se sentía dividida. Por una parte, los años pasados junto a Cretheus le parecían ahora una tortura. Por otro lado, gracias a aquellos años de tortura su poder y dominio de las artes oscuras había crecido mucho. Sabía que sólo Afrodita, Cretheus y quizás alguno de sus confidentes conocía su verdadero linaje (ella se hizo pasar siempre como toreador), por lo que tuvo miedo que el hechicero decidiese deshacerse de ella una vez cumplida su utilidad. Pero no tuvo el coraje de huir de una Roma en pleno apogeo, y cuando Cretheus regresó, descubrió para su sorpresa algo inesperado: los largos años de experimentación de Cretheus con su sangre baali habían torcido los sentimientos del hechicero. Vinculado a Mithras, Cretheus debería haber sido inmune a los efectos de un vínculo de sangre, pero lo que sucedió fue ligeramente diferente. Más bien, Cretheus se había enamorado de Layla.

martes, enero 18, 2005

Layla (Parte 2)

Segunda parte de este larguísimo historial de personaje de Layla.


Despertó la noche siguiente, con ruídos de golpes en la puerta de la casa. Los amigos del hombre muerto y su familia, preocupados, tratando de entrar en la casa. Afortunadamente, el sol acababa de ponerse, aunque sus últimos rayos abrasaron a Layla cuando trató de salir por la ventana trasera. Asustada, huyó hacia la oscuridad de la noche...

Las primeras semanas, Layla sobrevivió alimentándose de la sangre de los animales de corral de los pueblos y granjas alrededor de Knossos. Sin embargo, rumores de una bestia acechando en la noche surgieron entre los pastores, y se unieron para darle caza. Pero Layla había aprendido a esconderse de los ojos de aquellos que podían estar al acecho, y no pudieron dar con ella. Asustada, decidió huir. Se ocultó en la bodega de un carguero griego de vino y aceite, y así salió Layla de su isla natal. Tardaría mucho en regresar...

El carguero desembarcó pocos días después en el puerto del Pireo. Oculta entre tinajas y botas de vino, Layla logró pasar desapercibida. Se adentró en la ciudad de Atenas, con la espléndida Acropolis todavía en construcción, su blanco mármol brillando a la luz de una luna mortecina. El viaje la había dejado agotada, y un indigente fue un buen aperitivo para saciar su hambre. Layla se ocultó en una casa en ruinas, donde pasó algunos días. Pero su actividad no pasó desapercibida, y pronto los rumores de extrañas muertes entre los indigentes hicieron más difícil la caza... y llamaron una atención inesperada.

La siguieron en la noche, sin que Layla se diese cuenta, y sin importarles que ella tratase de desviar la atención de su presencia. Eran dos, y lograron arrinconar con facilidad a Layla en un callejón. Hablaron algo entre ellos en una lengua desconocida para Layla, y con una velocidad deslumbrante uno de ellos la atacó, atravesando su corazón con una estaca de madera de olivo.

Layla fue llevada hasta una lujosa mansión. Estatuas de mármol y magníficas telas la adornaban. Allí, fue llevada ante una altiva mujer, que la miró con desprecio. La mujer y los dos asaltantes siguieron hablando en una lengua desconocida para Layla. Al final, Layla imploró que la soltaran. Había permanecido en silencio, demasiado asustada como para entender lo que le había sucedido al ser estacada. La mujer, sorprendida, la miró. Y le respondió en su propia lengua. Los dos hombres parecían extrañados.

- ¿Quién eres? – le preguntó ella.

- Soy Layla, hija del rey (NOMBRE) de Creta.

Los ojos de la mujer se abrieron de par en par.

- ¿Quién es tu sire? ¿Cómo sobreviviste?

- ¿Sire? ¿Sobrevivir...? No lo sé...

Layla le contó a la mujer lo sucedido: su Abrazo, su huída... Finalmente, la mujer habló.

- Soy Afrodita, príncipe de Atenas, chiquilla de Ishtar (o Arikel). La caída de Knossos que relatas sucedió hace ya más de mil años, pequeña. Yo estuve en aquel asalto. Eres la primer superviviente que he descubierto. Felicidades.

Los ojos de Afrodita, bella entre bellas, se clavaron en el alma de Ishtar, y sus memorias resurgieron. Al ver que la chica no mentía, soltó la presa mental. Tras aquello, liberaron a Layla de su estaca. Podrían haberla matado, pero Afrodita tenía planes para la asustada chica.

En la corte ateniense, Layla aprendió las artes de los Toreador. Gracias a su talento con las artes musicales, pudo hacerse un hueco entre los escultores, poetas y filósofos cainitas. Su habilidad para alterar los sentimientos en los demás, y atraerlos hacia sí, se desarrollaron. Layla abandonó la brutalidad con la que había aprendido a vivir, y resucitó sus artes olvidadas.
Sin embargo, Layla tenía un extraño talento, un talento que había llamado la atención de Afrodita. Un talento que Afrodita quería dominar como arma, y la única razón por la que Layla seguía con vida. Layla era capaz de descubrir los secretos ocultos en el alma de otros con suma facilidad. Sus debilidades. Sus pecados. Layla tenía miedo a esta oscura parte de sí misma, una parte que la repelía de los templos atenienses con un miedo mayor que el de sus colegas toreador. Aunque en la superfície todos la llamaban toreador, en el fondo su sangre tenía un olor que venía de los mismos infiernos. Afrodita deseaba aprender todo lo posible de la chiquilla. Una baali leal a los toreador... El arma para derrotar al enemigo desde dentro. Afrodita sólo puso una condición a Layla, además de su lealtad absoluta: jamás podría procrear. Si creaba progenie de clase alguna, moriría en el acto. Layla, agradecida a la mujer que la devolvió a la civilización, accedió a aquella condición.

Layla (Parte 1)

Primera parte del historial de Layla, una vampiresa para una partida con antiguos que nunca llegué a jugar...

Creta, circa 1450 antes de Cristo

En aquella época, Creta era uno de los mayores centros de civilización conocidos. Sin embargo, la sociedad cretense no era pura de espíritu: una oscura mancha de corrupción lo invadía todo. Algo podrido había crecido en su seno, tocándolo todo y mancillándolo todo a su paso... (ver http://www.iespana.es/antiqva/creta/ocaso_de_creta.htm )

Layla era en aquella época hija menor del que acabaría siendo último rey minoico de la isla. Había nacido y crecido en Knossos, rodeada de los lujos y excesos de palacio. A su alrededor, las artes florecían como nunca antes habían conocido los habitantes de la tranquila y pacífica isla. La suntuosidad y el oro empezaban a sustituir los toscos murales y mal hechos bajorrelieves. Layla estaba contagiada de aquél espíritu creativo, y ella misma desarrolló un talento especial por la música y la danza. Todo parecía perfecto, salvo por incidentes ocasionales que sucedían en fiestas privadas en palacio, en las que algún que otro criado moría en un frenesí de alcohol, exceso y otras perversiones.

Sin embargo, los dioses no toleraron aquel lugar donde las artes y la exquisitez rivalizaban con las del propio Olimpo. Su cólera se desató, y sus ángeles de la muerte cayeron sobre palacio una oscura noche de primavera. Layla se despertó alertada por el desconocido ruído de las armas chocando con fuerza en los salones de palacio, y allí vio a dos sacerdotes del templo de Nemospilia, huéspedes habituales de palacio, huyendo por los pasillos hacia lugar seguro. Uno de ellos vio a Layla, y con una fuerza inhumana la agarró y le mordió el cuello. El otro se sumó al primero, y le mordió en una pierna. Nada pudo hacer Layla para resistir aquel embiste, sorprendida y medio dormida como estaba. Lo siguiente que recuerda Layla es el quemazón en su boca y el dolor de la Transformación. Un frenesí fue su bienvenida al mundo de los Hijos de Caín, un frenesí que le empujaba a buscar la sangre de quien fuese. Aquel que la abrazó, huyó, y la dejó hambrienta para que se enfrentase con sus perseguidores. Todo fue muy rápido.

Layla cayó en un estado de furia como nunca había soñado posible. Su Bestia la impulsó a enfrentarse con los Emisarios de los Cielos, pero pronto cayó bajo el filo de sus armas y el empuje de sus colmillos y garras.

Y a partir de ahí, la oscuridad...

Dos hombres mirando asustados a Layla fue la primera imagen que vio al despertarse. Su cuerpo estaba semienterrado, y cuando abrió los ojos tras largos años de letargo, los hombres pensaron haber desenterrado a un demonio. No iban tan desencaminados. Aprovechando la debilidad de Layla, tiraron palas de tierra sobre el foso que estaban construyendo sobre una vieja colina y huyeron. Pero con la tierra suelta a su alrededor y el Hambre impulsándola y dándole fuerzas, Layla logró salir del inmundo agujero. A su alrededor, reconoció la orografía que rodeaba el palacio, pero no veía ni el palacio ni reconocía la ciudad de Knossos. Todo había cambiado.
Pero eso entonces no importaba. Su instinto depredador la llevó hasta la ciudad. Que los dioses se apiaden de las almas de la familia que dormía plácidamente en sus camas en la casa en la que Layla entró a saciarse...